El dolor que dejan las emociones que no fueron reconocidas en su momento se juntan, formando un campo de energía que se instala en cada célula de tu cuerpo. Es ahí donde se van acumulando los dolores de infancia, de adolescencia y luego los de edad adulta. Entonces la cosa se complejiza de tal manera que a veces no sabemos porqué una situación aparentemente sencilla, en nosotros, ocasiona un efecto profundo de rabia que se convierte en ira, una tristeza que comienza y no para o un miedo tan paralizante como un ataque de pánico.
Esas emociones, son energías que se nutren de energías compatibles en la misma vibración, es entonces cuando creamos pensamientos y dramas para alimentarlo.
El cuerpo que acumula esas emociones que se nutren del drama y que se muestran en nuestro cuerpo físico lo llamaremos cuerpo–dolor. Este cuerpo es adicto a la infelicidad, disfruta la inconsciencia de encontrar siempre una causa externa para continuar sufriendo y encuentra maneras muy creativas de manifestarse: ansiedad, frustración, ira, vacío interno, angustia, sensación de insuficiencia, hasta llegar a la manifestación mas evidente, la enfermedad física.
¿Cómo reconocer que se ha activado el cuerpo-dolor?
Cuando hay una actitud reactiva, inmediatamente intentas explicar, justificar, agredir, corregir o defenderte. La respiración se altera, el tono de voz cambia, hay tensión muscular, comienzan pensamientos negativos, repetitivos y aparecen las emociones contenedoras de todo ese panorama. Todo esto ocurre en fracciones de segundo y simultánemante.
A veces hay palabras que utilizamos como muletillas para intentar frenar lo que sabes que irremediablemente va a ocurrir. En mi caso, he pillado la expresión “ya va”,significa, un momento que eso duele y tengo que digerirlo.
¿Qué hacer?
-No resistas, permite lo que estas sintiendo sin juzgarlo.
-Respira conscientemente y cuenta hasta 10 o hasta 100 si es necesario antes de reaccionar.
– Pon tu enfoque en lo que te está ocurriendo, en lo que se activa en tí, mas que en el hecho mismo.
– No te victimices. En cada evento siempre pregúntate ¿cual es la creencia que hay que sanar?, sin importar no tener la respuesta en el momento. Es una manera de enfocarte en la lección, no darle fuerza al drama, ya el dolor es suficiente.
– Genera un hábito sanador: Crea un espacio para respirar, lo cual es maravilloso porque no hay nada que hacer mas que aquietarte. El tiempo que elijas 5,10 o 30 minutos al día solo para presenciar cómo ocurre tu respiración. Sin ningún esfuerzo mas que aquietarte.
Mas que aprender, es comprender que el dolor utiliza la misma puerta para entrar y para salir. Abrir la puerta es abrirle espacio al dolor que en su momento no fué reconocido, y eso solo sucede estando presente en tí, es entonces, cuando aparece la conciencia el dolor para sanar y trascender.
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